Como soy una madre malvada, mis hijas y yo hacemos la larga marcha a la biblioteca pública un par de veces a la semana aunque el sol esté abrasando, esté nevando o, ay, esté lloviendo a cántaros.
Los niños (y su perezosa madre) pueden tolerar muchas cosas con el equipo adecuado: en el calor, tienes que tener agua. En la nieve, tienes que abrigarte. Y bajo la lluvia, tienes que tener tus botas de agua y tus paraguas arco iris a juego.
Los paraguas no son infinitamente resistentes, pero aunque tuviera la tentación de tirar uno y sustituirlo cuando se rompe, ese arco iris a juego me mantiene honesta. Nunca le daría a un niño un paraguas arco iris y a otro un paraguas que no fuera arco iris, porque no me gustaría ser una anciana algún día y seguir escuchándoles discutir sobre la época en que eran niños y uno de ellos tenía un paraguas arco iris y el otro no.
Afortunadamente, uno de los puntos más comunes de rotura de un paraguas -esa punta que se desprende del soporte metálico- es bastante sencillo de reparar:
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Esto tiene sentido, pero he perdido la clavija Woden a la que se cose la tela del paraguas...